¿Deberíamos reprobar el reprobar? por Andres Roemer
Para un estudiante reprobar no sólo implica repetir el curso sino también una marca: “ser un reprobado”, “un burro”, “un loser”. “Reprobado” es un calificativo que no admite matices ni explicaciones, es el anuncio de la incompetencia que antecede cualquier esfuerzo del alumno, es la advertencia que despierta un prejuicio en profesores, padres y compañeros.
Nos han dicho que si un alumno no demuestra saber lo “suficiente” -cabría preguntarse suficiente con relación a qué o quién y para qué y según quién, mas no será aquí donde lo analicemos- deberá repetir el curso para aprender lo que aún desconoce, así se garantiza que los alumnos adquieran conocimientos de acuerdo con su grado. Pero ese es un mito.
Repetir el curso no necesariamente mejora el rendimiento académico, por el contrario con frecuencia desmoraliza e impregna un estigma: el de ser un fracasado. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos estima que alrededor del 13% de los estudiantes de sus países miembros repiten algún curso; y señala que en Escandinavia, en países del este de Europa y de Asia son escasos los reprobados.
Francia es un caso peculiar, más del 38% de sus estudiantes repiten curso. Lo intrigante es que, en comparación con sus pares de otros países, los estudiantes franceses tienen menor confianza en sí mismos. La Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Escolar, realizó una prueba de las habilidades de lectura, a estudiantes de 10 años de edad procedentes de 45 países. Los niños franceses hicieron una lectura tan fluida como la mayoría de sus pares europeos. Pero cuando se le pidió valorar su propia habilidad de lectura se colocaron en los últimos lugares apenas por encima de sus pares de Indonesia y Sudáfrica, donde el analfabetismo es un grave problema. Para los especialistas el problema del sistema educativo francés es que se basa en métodos de enseñanza y evaluación del siglo XIX y soslaya el papel de los deportes, la educación musical, artística y emocional, así como el desarrollo de habilidades sociales en la formación de los estudiantes; problemas que también padece el sistema educativo de México.
En diversas partes del mundo se pretende trascender el sistema tradicional de educación en el que rigen las normas “cállate, siéntate, escucha, copia del pizarrón, lee en silencio, memoriza y repite” por uno en el cual el alumno se vea incentivado a aprender, donde las normas sean: “pregunta, investiga, propón, descubre, interactúa, juega, practica, diviértete mientras aprendes y debate”.
Los alumnos no debieran estudiar para evitar ser reprobados, sino para ser alumnos de excelencia, para ganar becas, para aprender a hacer mejor lo que les gusta, para divertirse y ser exitosos. Hay una profunda diferencia entre el enfoque de estudiar por temor a la calificación, y estudiar por lograr expectativas. El primero ve la evaluación como un fin en sí mismo y lleva a realizar lo mínimo necesario para no ser estigmatizado como fracasado, mas no garantiza el aprendizaje: los alumnos pueden dedicar una noche completa para aprobar un examen, hacer trampa o tener surte al contestar preguntas de opción múltiple. El segundo enfoque ve a la evaluación como una herramienta, mas no se trata de aprobar por aprobar a los alumnos, se basa en identificar qué le gusta hacer al alumno, en motivarlo y ofrecerle herramientas para que él mismo desarrolle sus habilidades.
En su libro “El Elemento” Sir Ken Robinson ofrece números ejemplos de personajes mundialmente reconocidos por su trabajo, quienes encontraron el éxito gracias a su obstinación por desarrollar habilidades para sus actividades preferidas, a pesar de recibir una educación tradicional (vgr. Matt Groening, Guillian Lynne y Paul McCartney). Para Robinson, las pruebas estandarizadas de cociente intelectual sólo nos permiten evaluar la habilidad para resolver problemas mediante el razonamiento matemático y verbal: sólo mide cierto tipo de inteligencia. Por ello, la pregunta fundamental en la educación tradicional ¿qué tan inteligente eres?, debe reformularse en ¿de qué modo eres inteligente? Como dice Robinson “el futuro de la educación no está en la estandarizar sino en personalizar; (…) en cultivar la verdadera profundidad y el dinamismo de las habilidades humanas de todo tipo.”
Responder la pregunta que titula este artículo exige preguntarnos ¿en relación con qué (vgr. los estándares de la OCDE, las necesidades de la economía global, la situación hace diez o cincuenta años) deberíamos valorar al sistema educativo de México? Es evidente que la educación en México tiene graves rezagos en comparación con los países de la OCDE y algunos países en desarrollo, pero la pregunta pertinente es ¿cómo mejorarlo?
1 comentario
claudia Zepeda -
el cambio se da en hacer: el grano de arena es real.
profesionistas, maestros, padres
participemos haciendo.