¿El propósito de la vida es ser feliz? por Andrés Roemer
Supongamos que existiera una máquina que nos pudiera ofrecer cualquier experiencia que deseáramos. La que sea. Imaginemos que distinguidos neurocientíficos estimularan nuestro cerebro para que pensáramos y sintiéramos nuestras fantasías. Estimado lector, defina su cosmovisión fantástica; los neurocientíficos van a hacer posible todas las ilusiones que lo hagan feliz –de por vida… pero bajo una sola condición: estar flotando en un tanque conectado con electrodos a su cerebro, para con ello poder “vivir” el simulacro de la vida perfecta. Dos preguntas:
- • ¿Usted se conectaría a esta superdotada máquina de por vida preprogamado de antemano a todas sus aspiraciones y fantasías?…
- • De hecho, le pregunto: ¿hay algo más importante cómo propósito de vida que ser feliz?
El creador de este experimento (1974) fue el filósofo Robert
Nozick; y él concluyó que la respuesta a la primera pregunta es: “NO” y a la segunda pregunta es: “HAY MUCHAS COSAS QUE IMPORTAN MÁS QUE SER FELIZ.”
El dilema es simple: ¿qué es preferible, una vida simulada llena de placer y felicidad o una vida real marcada por experiencias diversas de desesperanzas, esperanzas, alegrías, amor, desamor, desilusiones, éxitos parciales y sueños incompletos?
A pesar de lo atractivo y seductor de “ser feliz para toda la vida”, muchos preferimos la vida en su existencia plena (con altas y bajas) en vez de la felicidad bajo electrodos.
La vida real, compleja, es un propósito en sí mismo. Queremos hacer y experimentar, no solamente sentir el placer de hacerlo. Sin duda, no todos somos como los otros. No todos piensan como Nozick o como su servidor. Hay muchos que su vida se conecta a “electrodos sustitutos”. Ingieren drogas que afectan la bio-química de su cerebro; asumen religiones que son un placebo contra la ansiedad que representa el sentido de la muerte (o el significado de la vida). O más común, “viven en piloto automático” las horas de su cotidianidad, para no sentir lo profundo de una vida compleja.
Para los que renunciamos al “tanque de la felicidad virtual”, la plenitud (felicidad) debe conectarse con la intención de pensar, de sentir lo que se piensa, de pensar lo que se siente. En suma: concientizar que el propósito de la vida es una vida con propósito. El propósito implica estar vivo. Estar vivo conlleva vivir una vida examinada.
Los terapeutas – desde masajistas y estilistas has pseudo-psicólogos y coachespersonales – mantienen la falsa creencia de que la gente debe sentirse bien consigo misma todo el tiempo, una noción que la ciencia socio-biológica encuentra fatalmente irreal. Todos tenemos contratiempos o días malos, periodos de tiempo difíciles o días de “mala suerte”.
Cualquier masajista, maquillista, futbolista o florista puede ser autoridad para “terapiar” a un necesitado. Nuestra búsqueda de sentido de la felicidad inmediata y la fragilidad de nuestra natura humana hacen de la terapia un sentido sin sentido psicológico. Eso es en lo que ha caído la comprensión de la psique y el sentido de la vida.
La psicología optimista sostiene que se vive mejor cuando se es entusiasta que cuando se es pesimista (¿obvio?). Pero, qué tanto nos engañamos con la visión de que todo está en la mente y la realidad no existe.
Lo relevante, es que muchas veces, el camino fácil a la felicidad, no nos provoca. Aún más, para la neurociencia la felicidad no es el fin del trayecto, sino el trayecto en sí.
Impreso en la sección Opinión y Análisis
El Universal
Febrero 7, 2009
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ARTURO CARLOS MANRIQUEZ AYUB -