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Derecho y algo más

Fragmento del discurso de presentación de la 2ª, edición del libro Introducción al Derecho.

He dejado al final y no por ser última en importancia, una reflexión y mensaje para quienes nos debemos los profesores e investigadores, nuestros alumnos.

Esta reflexión-mensaje tiene que ver con el papel que, en mi criterio, debe desempeñar el Derecho en un país convulso, violento y en una tremenda crisis de seguridad como la que vive México, que es, por si no se han dado cuenta, su casa y la mía. Una que hemos permitido se convierta en un estado de naturaleza al más puro estilo hobbesiano.

No es una novedad, lo entiende cualquiera de mis lectores, que soy un admirador de la obra de Thomas Hobbes. Pienso con él que la única manera de hacer posible que los pactos se cumplan, sobre todo cuando la palabra no es honrada entre caballeros (raza evidentemente en extinción), a través de la fuerza del Estado, de un Estado democrático fuerte, producto de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.

El Estado al aplicar el Derecho no hace sino ordenar, asegurar e igualar conductas humanas en virtud de los valores superiores que esa sociedad se asigna a sí misma. La técnica del Derecho es la de ordenar, asegurar e igualar conductas del modo más eficiente posible, incluso, de no lograrlo, puede echar mano de la coacción como fuerza legitimada del poder soberano.

Lo que en México estamos observando, a la luz de la composición de teoría jurídica de mi libro, es la de un Estado con cada vez menor capacidad para ordenar, asegurar e igualar conductas y, por ende, con mayor incapacidad, al no aplicar el Derecho, de hacer posibles, de realizar, los valores superiores que lo inspiran y para cuya concreción se explica y justifica.

En efecto, el Derecho es un instrumento normativo, no un fin en sí mismo. El objeto final del Derecho son los valores que comporta y debe realizar con la mayor eficacia posible.

Entonces, si el Derecho no se aplica por extensión tampoco se están haciendo posibles los valores que éste conlleva. Así, y sin darnos cuenta, se están entonces aplicando otra serie de valores distintos o de plano antivalores, los cuales ni aparecen en la Constitución ni son el producto de clase alguna de consenso social. Esos otros valores o antivalores son el resultado de la imposición de ciertos grupos cuyos intereses se hacen efectivos por la fuerza de las armas, el miedo o el dinero, sin ningún prurito democrático para con la sociedad.

Este es, como se ve, un círculo perverso: al evitar que se aplique el Derecho se bloquean, automáticamente, los valores que durante siglos los mexicanos nos hemos dado y por los que hemos luchado durante -según festejamos con carísimos juegos de artificio-  doscientos años. Huelga pues decir, que el mayor festejo que pudiera otorgarse a los hombres de la Independencia y de la Revolución es hacer valer, a través del Derecho, los valores por los que aquéllos entregaron su vida y los cuales se pierden en la medida en que el Derecho no se aplica.

Después de todo lo dicho, la conclusión parece tan obvia como sencilla y, a su vez, de profunda complejidad en su ejecución y realización: nuestro deber, el deber de los abogados y por ende de quienes vayan a serlo, o sea de ustedes, estudiantes de Derecho, es dedicar su vida y sus esfuerzos a que se aplique el Derecho.

La fe en la aplicación del Derecho trae implícita la realización de la justicia si es que estamos siempre atentos a que se realice su segundo estándar valorativo. Es a tales efectos que se han creado el amparo, el habeas corpus y todos aquellos juicios y recursos que tratan de garantizar el respeto irrestricto a la Constitución.

La solución es tan simple como compleja según dije antes, porque las circunstancias de nuestro Derecho –los elementos extra sistémicos, según los llamo en esta segunda edición- se están literalmente tragando al Derecho y a nuestra disciplina, queriendo hacernos parecer a los abogados, prescindibles y, al Derecho, reemplazable.

Los docentes tenemos la obligación de cultivar en nuestros estudiantes esta idea central de la aplicación del Derecho como una de las últimas tablas de salvación de este país. Estoy cierto que sólo apoyando nuestras acciones, sociedad y gobierno, en la aplicación honrada del Derecho y de la sabiduría en él contenida, podremos salvar a México en esta hora de urgencia.

No es saltándonos al Derecho, ni esquivándolo, ni traicionando sus valores superiores como pondremos a buen resguardo a este país. Esa es la misión delicadísima e insoslayable que los abogados tenemos asignada en el rol que nos toque desempeñar: ya como litigantes, jueces, servidores públicos, profesores, investigadores y estudiantes de Derecho.

Así como Bobbio habló alguna vez de la era de los derechos, a mí me gustaría que las generaciones que se están formando y se hallan aquí en este auditorio y en todas las Facultades de Derecho del país, entiendan el papel crucial que les toca jugar: hacer posible que en México vuelva a aplicarse y hacerse efectivo el Derecho.

Muchas gracias.

Dr. Mario I. Álvarez Ledesma

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