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Derecho y algo más

El fracaso del liderazgo en la Administración Pública


Muchos son los aspectos que influyen para que la Administración Pública de cualquier orden de gobierno (federal, estatal o municipal) pueda satisfacer adecuadamente y de manera oportuna las necesidades de los particulares, entre ellos podríamos citar: la rotación de personal, la ausencia de una visión u objetivo conjunto y la desvinculación y ausencia de un sentido de pertenencia de los empleados; sin embargo, de entre todos estos factores uno es el que a nuestro parecer resulta el más importante: la ausencia de  liderazgo, sobre todo si tomamos en cuenta que éste último puede ser la causa de la existencia de todos los demás. 


Si bien, como una obligación legal cada gobierno tiene que plasmar por escrito su visión, objetivos y estrategias para el periodo de su gestión en instrumentos llamados Planes de Desarrollo, estos instrumentos no son más que un conjunto de frases perfectamente estructuradas, pero sin una utilidad pragmática; por tanto, no obstante que toda acción de gobierno debe estar sustentada en un Plan de Desarrollo, dado lo imprácticos que suelen ser, en la realidad primero se realizan las acciones de gobierno y posteriormente se encuentra la manera (en la mayoría de los casos artificiosa) de adecuarlas a lo establecido en estos documentos.  


De ahí surge el problema, ¿Cómo los directivos pueden hacer que sus empleados se movilicen detrás de una visión, si ésta no existe, al menos para efectos de materializar políticas públicas?


Lo anterior tiene gran trascendencia debido a que el líder por definición debe ser visionario, capaz de motivar a sus empleados para clarificarles como su trabajo repercute en el objetivo de toda la organización. El liderazgo debe maximizar el compromiso hacia las metas y estrategias de la organización. 


De tal suerte que si no existen metas, objetivos y estratégicas claras y materializables, la organización se mueve a la deriva, y en caso de ser estructuralmente grandes como suelen ser los entes públicos, se pierde la coordinación entre sus propias Dependencias lo que produce que cada una avance en direcciones diferentes.   


En este sentido, un líder debe saber enmarcar las tareas individuales en una visión  mayor, para definir los estándares de desempeño que giran en torno a esa visión, ya que esto redundará en que dichos estándares se vuelvan claros para todos. 


En otras palabras, los líderes deben tener por misión clarificar el fin de la organización para la correcta comprensión de los demás; por tanto, si por tradición o costumbre en las empresas públicas se omite determinar los objetivos sexenales o trianuales según sea el caso, es claro que un directivo en tales condiciones sólo podrá enfocar a sus trabajadores a una visión parcial que desde su propia óptica resulte adecuada para su área.


Sin embargo, el problema se presenta cuando la meta que fija un Director se encuentra desarticulada de aquellas que fijan los demás dentro de la organización, e incluso en contraposición, debido a que se entorpece la función pública y se fomenta el burocratismo. Cuando dos Dependencias públicas de una misma administración siguen filosofías diferentes a la hora de ejecutar su labor, se produce un ambiente hostil entre éstas, que al final de cuentas repercute en los dividendos que debieran entregar a la sociedad.   


Es así, como la mayoría de los empleados públicos nunca llegan a comprender realmente el alcance de su labor, lo que inexorablemente los desmotiva; además, la ausencia de objetivos concretos les impide identificarse con la organización en razón a que no comprenden el rumbo o los cursos de acción que ésta toma, sintiéndose fuera de los logros y lo que es peor, tomando una actitud de apatía o indiferencia ante los  fracasos. 


Finalmente consideramos que lo anterior no debe adjudicarse a la ausencia de líderes en la administración pública, sino a la ausencia de las condiciones propicias para que éstos hagan su labor, debido a métodos viciados que nadie, hasta ahora, se ha preocupado por atender, y que mientras sigan en vigor, los distintos ordenes de gobierno continuarán sumergidos en el burocratismo, en la ineficiencia y en la indiferencia ante su evidente ineptitud.  

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